Cuando llega la persecución, no nos damos por vencidos y no nos rendimos. Nos reunimos y nos mantenemos firmes en Cristo. No importa el sufrimiento que podamos enfrentar, lo enfrentaremos juntos y oraremos para que el Espíritu Santo nos dé valor. Cuando se reunían para orar, no oraban para que terminara el sufrimiento o la persecución, ¡sino que Dios les diera la fuerza y la valentía para continuar predicando el Evangelio a pesar de ello! El verdadero avivamiento necesita una columna vertebral y un grupo de creyentes audaces que no aceptarán la cultura, sino que vivirán activamente en oposición a las formas de este mundo. No nos comprometeremos con una cultura que menosprecia y falta el respeto a nuestro Dios y nuestra fe. ¡Nos mantendremos firmes en la verdad y continuaremos predicando las buenas nuevas a todos los que necesiten escucharlas! Cuando oramos de esta manera, el Espíritu Santo descenderá en medio de nosotros y renovará nuestros corazones y mentes con un nuevo derramamiento de Su presencia.